miércoles, 20 de febrero de 2019

Paco Silvera, el flamante PREMIO DE LA CRÍTICA ANDALUZA 2019 (relatos), estuvo en nuestro Centro charlando de literatura y vida.


   
    Francisco José Silvera Guillén  (Huelva, 1969), nuestro querido y antiguo compañero de Filosofía en  varias aulas ya (Almonte, La Palma), Paco, estuvo en nuestro centro, requerido por el Programa  del Ministerio de Cultura y Deporte "LEER TE DA MÁS VIDAS", en  la modalidad "Encuentros con el autor".

    Vino para una hora y se quedó tres. En realidad, ya nos llevaba delantera, pues media biblioteca del Centro está ocupada por los 48 volúmenes de la edición crítica de las obras de Juan Ramón Jiménez que otrora realizara para la Editorial Visor, junto al profesor de la Universidad de Valladolid, Javier Blasco.  Y la otra media, por  su colaboración en los volúmenes de "Clásicos escolares" que publicó la Junta de Andalucía hace unos años y que -siempre según Paco- si los mandamases de la Junta hubiesen leído la selección de relatos del siglo XX que componen el librito realizado por el autor, nunca hubieran visto la luz por sediciosos.

   Su obra original comprende dieciséis libros de  prosa corta y una versión "libro" de su tesis doctoral titulada Obra y edición en Juan Ramón Jiménez, "El poema vivo", Premio Extraordinario de Doctorado.

    En la Biblioteca del Edificio II Paco rodeado de algunos incondicionales: Juan Fernández, conserje del IES y amigo personal del escritor, la profesora de Lengua y Literatura, Valle Oso, y los alumnos que no quisieron irse a una importantísima charla sobre la PEvAU. De izquierda a derecha: Lidia Díaz, Marta Najarro, Rocío Cardeña, Juan, Paco, Valle, Alicia Pinto, Marta Crespo, Juan García y Luis Miguel Espina.



          Así es Paco: provocación con talento, amenidad con erudición (o viceversa), bienhablado y mejorescrito, pura literatura y raíces de vida en tierra. De hecho, vive en plena naturaleza, en una áurea ruralidad envidiada por todos los que reciben imágenes de su Arcadia feliz, entre  glicinas y otras cosechas ovales. 

          Nos contó por qué escogió la Literatura (por la Música) y por qué empezó a escribir (por la Lectura). Y, sobre todo, nos leyó algunos relatos inéditos de esos tantos que lleva manuscritos en libros de contable antiguo, porque Paco es un cuentista prodigioso. Cada anécdota vital -suya o de otros- se convierte en un relato escogido palabra por palabra que algún día  será nuestro. Pero, no olviden coger  el diccionario, porque para disfrutar sus historias enteramente hay que hacer con él lo que decía Faulkner que cualquier buen escritor debía hacer con sus lectores, es decir, enviarlos al diccionario al menos una vez. Con Paco, muchas, se lo aseguro.

         Un mes después de visitarnos recibió el Premio de la Crítica Andaluza 2019 (modalidad relatos) con su Libro de los silencios, el único que no lleva cuantía económica pero sí un prestigio que él llama "pátina que te hace creer mejor de lo que en realidad eres", y que recibió encantado por la alegría de las suyas (esposa e hijos).

       No podemos acabar esta reseña sin hacer mención y recomendación de sus extraordinarios artículos en Diario16. Tirando siempre de la Razón pero adobada de Literatura.

      Para muestras, dos botones: un relato inédito y un artículo literario o  poema periodístico. En cualquier caso, disfrútenlos.


RELATO INÉDITO DE FRANCISCO SILVERA (El Cabaré)

  secretolivo.com/index.php/2019/04/11/francisco-silvera-no-creo-en-los-tibios-en-los-callados-o-supuestos-neutrales-que-jamas-dicen-lo-que-piensan/


Elogio de la tierra, en Diario16   (6/4/19)
Cualquiera que haya tenido la desgracia, la paciencia o el privilegio de observar la tierra, sabrá que se mueve. Nada más alejado de la certeza creer que la tierra es de solidez inquebrantable y constante… sin embargo, se mueve.
Medimos la inteligencia mal, antropocéntricamente, recuerden que todos los cálculos apuntan a los insectos, a los unicelulares, a las bacterias o los virus como únicos supervivientes de la catástrofe cada vez más próxima; si aplicaremos este criterio, nuestra especie no habría de salir bien parada, por no decir muy tonta.
Creo que, como animales, somos adictos al movimiento, baremo primero de todo. Por un lado inventamos esa mentira de la vida para señalar lo móvil sin aparente causa ajena, identificada con el principio vital y por tanto crisol de todo animismo, origen de cada religión; por otro lado, marcamos como animal, grado de vida supuestamente superior, a todo semoviente dentro de los parámetros de lo que puede correr a nuestro lado, despreciando al pétreo, al microscópico o al vegetal como inertes, insensibles porque no huyen al primer hachazo.
La capacidad de supervivencia sobre la Tierra es inversamente proporcional a la velocidad de movimiento. Los animales desapareceremos, sin duda, ningún bicho podrá soportar el apocalipsis climático llegadero, esa deflagración total auspiciada por el Oscuro de Éfeso. Quienes nos desplazamos a un paso relativamente largo dejaremos bellísimos fósiles que quizá nadie estudie jamás…
Esos paramecios, esas amebas, esos seres ciliados que atraviesan como rorcuales el leve charco de la campiña, de ellos podría ser el Reino inminente, disolventes de la hierba amarilla y chupadores de soluciones.
Puede que la mosca, veloz pero pequeña en tiempo y distancias, la cucaracha de paso rápido pero pegada a límites abarcables, estos exoesqueléticos seres horadarán la tierra y la trabajarán con el sabor de sus glándulas…
Recuerden, empero, al árbol corredor, que no es un mito de las indias sino una realidad; la planta fototrópica e hidrófila inclina su ser al supervivir con una paciencia secular, como si para percibir su loco desplazamiento tuviéramos que alejar el foco y acelerar los segundos; sí, porque el árbol se mueve como usted y como yo, nosotros tal fugaces centellas consumiéndose al roce con lo atmosférico, y ellos seguros y parsimoniosos en su percepción, que no es la nuestra, aunque hayamos comprendido por fin que tienen su emotividad, su reacción ante el medio y que no son tan distintos de esos cachorrillos que nos conmueve comer.
Pero al final de los tiempos que llamamos tiempos, sólo quedará tierra, ella heredará la luz dorada de un atardecer al final del invierno, todo será suyo, porque es la que más lenta se mueve: ningún territorio permanece sino que el desplazamiento milimétrico transforma al paisaje imperceptible pero inevitablemente, con sigilo mineral, inorgánico, mil años para que una loma ya no sea el hogar que pisamos sino la cubierta de nuestro rostro, despreciando a la mirada efímera del animal con su perennidad indiscutible. Quedará la Tierra, quedará tierra porque Dios, que lo sabe todo, ya lo dijo: “Polvo eres y al polvo volverás”. Lo demás es nada.


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